Almudena y Alberto son una pareja joven que, como tantas otras, llegaron a Equipo Juana Crespo con un diagnóstico de que “todo estaba perfecto”. Aun así, después de tres años de búsqueda, dos de manera natural y una en la seguridad social, el positivo no llegaba. A pesar de que todo parecía estar correcto, decidieron que no querían perder el tiempo, una sabia decisión que los trajo hasta nuestra clínica en un momento en el que todavía tenían muchas opciones a nivel reproductivo.
Su historia empieza en 2019, cuando decidieron que era el momento de ser papás. Tras una visita al ginecólogo en la que todas las pruebas salieron bien, empezaron la búsqueda de manera natural. Pero los meses pasaban y Almudena y Alberto empezaron a sospechar que algo no iba bien. Tras ocho meses y decidieron volver al ginecólogo para explicarle en qué punto estaban y los derivaron al servicio de reproducción asistida. De nuevo pruebas, tanto a él como a ella, y de nuevo un diagnóstico de que todo estaba correcto. A pesar de no tener claro el origen del problema, a Almudena le hicieron cuatro inseminaciones artificiales durante un año entero, todas negativas.
Después de las inseminaciones el protocolo era empezar con una FIV, pero tenían que esperar unos meses de nuevo. Fue en ese momento cuando decidieron que no querían perder el tiempo y por recomendación de unos amigos decidieron coger el coche y venir a Valencia, el consejo de sus amigos fue claro “Si quieres acertar, ve a Equipo Juana Crespo”, todavía hoy recuerdan esas palabras, a las que hicieron caso y no se han arrepentido.
La pareja, que venía del “todo perfecto”, tuvo una Primera visita en nuestra clínica y Juana lo tuvo claro desde el primer momento, había un problema uterino que se debía corregir. Era imprescindible marcar una estrategia para hacerlo funcionar, pero como la doctora les indicó desde el primero momento “La carretera está rota, pero tiene solución, y yo sé cómo hacerlo”.
Almudena y Alberto salieron de esa primera consulta con un poco de miedo por el diagnóstico, pero a la vez contentos e ilusionados, porque por fin alguien les decía cuál era el origen de su problema. Y aunque el hecho de tener un diagnóstico les asustaba, también les daba tranquilidad. Esta primera visita marcó un momento clave para la pareja, “Fue como ver la luz al final del túnel, nos dio mucha esperanza” apunta Almudena.
“Nos pareció una primera visita muy completa, nos pidieron todo tipo de pruebas y lo más importante, supieron ver qué era lo que pasaba”, puntualiza.
Una vez tuvieron esta visita empezaron con el procedimiento para iniciarlo cuando antes, no querían perder el tiempo. Almudena tenía el útero en retroverso, lo que le había provocado menstruación retrograda y adherencias en las paredes uterinas, tuvo que someterse a una histeroscopia para limpiar la zona y dejarla preparada para albergar al futuro embrión.
“Durante todo el proceso me sentí con ganas, tuve miedo porque era todo nuevo, pero me sentí tan arropada por todo el equipo que no me importó”, nos cuenta Almudena.
La primera transferencia fue negativa, pero no se desanimaron y tras un cambio de estrategia, la segunda resultó en embarazo. La pareja nos confiesa que sin duda el día de la beta fue el más feliz, no podían parar de llorar “Fue un momento que nunca olvidaremos, era el final que llevábamos tanto tiempo soñando”, afirman.
Con su pequeña en brazos echan la vista atrás y tienen claro que no se arrepienten de nada, y animan a otras parejas a que no tengan miedo y que den el paso, “Nosotros invertimos en nuestra felicidad y es lo mejor que podríamos haber hecho”, concluyen.